Condiciones para una teoría por venir, o la teoría después de la teoría, o las potencias del tiempo
Óscar Cornago
Florianópolis, v.2, n.51, p.1-25, jul. 2024
convergen en una retahíla ininteligible; un ritmo
in crescendo
que se termina
confundiendo con el zumbido de los insectos, el sonido de los trenes, el balido de
las ovejas, el silencio. Los motivos, referencias y sonoridades saltan de una escala
a otra, cuestionando las fronteras lógicas. Paisaje, mito y naturaleza se entrelazan
en una textualidad sonora y visual que crece en torno a una serie de motivos
recurrentes, como el valle, las columnas de humo, el tiempo y el petróleo, el aire,
las ovejas y las abejas, robots y replicantes, trenes y humo, espejos humeantes,
sacerdotes aztecas, balidos e instrumentos de viento, la banda municipal y el coro
de niños, expiración e inspiración, instrumentos de viento cada tarde en los
balcones durante la pandemia, agonía y muerte, el Cristo Negro de Salamanca, el
negro de los esclavos, el color como una forma de ausencia, teatro y supervivencia,
Tezcatlipoca, el dios negro de los nahuas, el negro sobre negro de Malévich, la
contaminación, el aire.
Lo que se cuenta no tiene un principio ni un fin, sino que crece por los medios;
podría haber empezado antes, con el primer soplo de aire y continuar hasta el final
de los tiempos. Este juego de temporalidades adquiere una resonancia mítica,
como si el trabajo se dirigiera no solo a los posibles visitantes, sus
contemporáneos, sino a otras personas o replicantes, épocas y paisajes que ya no
están o que todavía no han llegado. De fondo late una posibilidad oscura de
supervivencia, para la que se invocan siglos de historia, saberes e invenciones.
La teatralidad de
Volverse negro
, no muy distinta en este sentido a
Máquina
Hamlet
, puede entenderse, al igual que la teoría, como un archivo en el que se
componen y descomponen los restos de algo que ya pasó y sin embargo sigue
pasando. Estos restos, supervivientes de otras extinciones, son invocados por los
materiales expuestos como restos de la intervención en un lugar en el que
probablemente ya no quedan trazos de esa obra.
Volverse negro
es un gesto mínimo convertido en acto de supervivencia. La
supervivencia implica cambiar de forma, nacer en el cuerpo de otro para dejar el
que ya teníamos, no ser más gusano, pero todavía no mariposa, o en términos de
Deleuze, devenir negro, animal, robot, polen, aire. Es en este sentido que Coccia
(2021) llega a la metamorfosis como principio que da continuidad a todo lo vivo:
“La metamorfosis es a la vez, por una parte, la fuerza que permite que todo viviente